Seguramente hayáis oído hablar de FaceApp, la nueva aplicación que permite hacer selfies en los que, mediante un algoritmo, se puede envejecer el rostro de cualquier persona. Además, también podemos hacer que las caras sean más jóvenes o cambiar de sexo.
El problema reside en el origen de la aplicación. Varias investigaciones estadounidenses demuestran que la sede de la compañía se encuentra en San Petesburgo, Rusia, lo que puede suponer un riesgo para la seguridad de los datos de los ciudadanos. Antes de poder usar la aplicación, el usuario debe aceptar los términos y condiciones, como en todas las aplicaciones que usamos normalmente. El caso está en que la política de privacidad muy ambigua, pues los clientes asumen que los datos a los que da acceso pueden ser cedidos a terceros con fines comerciales. En este tipo de clausulas debe aparecer la finalidad para la que se van a destinar los datos y debemos dar nuestro consentimiento para cada una. Al ser un país que no pertenece a la Comunidad Europea, este reglamento se vuelve más difícil de aplicar, además de ser un poder extranjero muy hostil.
El hecho de ceder nuestros datos a través de esta aplicación puede generar numerosos inconvenientes. Al aceptar la clausula, estamos consintiendo que nuestro rostro o nuestra huella dactilar pueda ser usada para fines negativos. Hay sospechas de que numerosas compañías están usando rostros anónimos sin haber pedido consentimiento a sus dueños pues se encuentran en redes sociales.
No obstante, el principal desarrollador de FaceApp ha negado rotundamente la venta o intercambio de datos de usuarios a terceros, pues el procesamiento de todas las fotos se realiza en la nube y no se transfieren a Rusia en ningún momento. Además también nos asegura que la mayoría de los usuarios no se registra, por lo que no tienen acceso a los datos que puedan identificarnos.